El aspecto de un kart completo, ya sea cuando resplandece inmaculado en los escaparates de los revendedores, que cuando cruza a toda velocidad, grasiento y ennegrecido, por las pistas de todo el mundo, es bien conocido por todos. Tal vez se conoce un poco menos el proceso que permite llegar a ese resultado, con la esencialidad de unos pocos tubos, que soldados juntos constituyen el chasis, como punto de partida. Se trata de un proceso que pone en conjunto casi unas mil piezas, entre cubiertas de plástico de gran tamaño y minúsculas arandelas, y en el que cada paso tiene su lógica precisa, encaminada a lograr el resultado final. Naturalmente, este proceso tiene muchas variantes posibles, en función de las características de los accesorios por montar, de las convicciones de los técnicos y de las prácticas habituales de los distintos fabricantes. Sin embargo, las líneas generales siguen siendo las mismas para todos, como pautas esenciales e indispensables sin las cuales no es posible fabricar nada