Aquí está un pasaje de la carta que Alex Zanardi escribió tras lanzar la gama de chasis que llevaba su nombre. Aquí descubrimos cómo el antiguo piloto se encontró con Otello y Dino Chiesa, los propietarios de Chiesa Corse. Años después, este encuentro fruto del destino le devolvió al mundo del karting.
“... Ese fin de semana en Jesolo en esa carrera a nivel nacional, sentíamos que estábamos maduros para dirimir un "partido". La verdad es que fue mi padre, nuestro improvisado director de equipo, y a la vez mecánico, piloto de pruebas, asesor, quién decidió que podíamos conseguirlo [...]
Empezamos a dar vueltas. La pista era fantástica. Al principio, los "locales" nos menospreciaban, pero finalmente, fueron amigos y fuimos muy competitivos.
Al día siguiente, cuando nos presentamos a la inspección técnica, recuerdo nuestra extrañeza cuando el comisario nos preguntó por nuestro motor de repuesto: “¿Cómo? ¿Está permitido?”, pregunté, provocando risas entre los pilotos que estaban haciendo cola.
Un simpático señor mayor se giró y nos ofreció sus comentarios respetuosos, y compasivo, aclaró: "Bueno, sabes, puedes necesitarlo". Parecía ser el afinador del grupo de pilotos que estaban detrás de nosotros. Se ve que les hizo mucha gracia, porque reían y hacían bromas [...].
Un par de horas más tarde, durante la última sesión libre antes de las clasificaciones, mi motor se gripó. Me quedé sentado, sin solución, mirando mi máquina que ya no servía para nada, cuando esa persona que nos había hablado se acercó y me dijo: “Gripado, ¿verdad? ¡Ya te dije que era útil tener un motor de repuesto!“ Se volvió hacia mi padre y añadió: "Bueno, vamos a ver si podemos hacer algo. El chico está fuerte. Es una pena verle fuera de carrera". Mi padre tendió su mano, lleno de esperanza, y el señor se presentó: "Encantado de conocerte, soy Otello. Otello Chiesa”.
[...] Se pusieron a trabajar en lo que quedaba de mi motor, entre bromas, limas y papel de lija, y brindis tras cada sorbo de Pignoletto, un vino típico de la casa que mi padre siempre tenía a mano. Mi motor revivió y gané mi primerísima carrera de nivel nacional. Esa noche, muy alegre, encantado de escuchar a los adultos. El carisma de mi padre y las botellas de Pignoletto siempre atraían a muchedumbres a nuestra tienda de campaña. En un determinado momento, Otello Chiesa levantó su copa y propuso un brindis: "¡Zanardi, por tu chaval, por haber ganado la carrera,… y por mí, ¡por haber tenido la feliz idea de arreglar su motor y haberle dejado adelantar a mi hijo Dino!"