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¿El resultado? Se rompió el escafoides, un hueso de la muñeca. Me había llamado diciendo que había tenido un problema mientras se entrenaba con la bicicleta: se le había desenganchado un pedal, me dijo, se había resbalado y... ¡crack! Un relato un poco vago, lo admito, pero dejaba ver que algo iba mal. Por suerte, por intermediación de su padre, había conseguido ir al médico de la Fórmula 1 de entonces para que lo viera, porque él quería correr. Sabía que iba a la cabeza en el Europeo, y cuando Lewis se pone una meta, hace todo lo posible por alcanzarla.
El viernes, cuando llegamos al circuito, no sabíamos muy bien qué esperar. Estábamos ya en Franciapara las primeras pruebas y, de Lewis, todavía ni rastro. Me acuerdo que le pedí a Nico (Rosberg, el compañero de equipo de Hamilton en aquel periodo, n.d.r.) que probara los dos karts y que hiciera los mismos ajustes, de manera que, si hubiera llegado, por lo menos habría encontrado el vehículo ya listo. Y, en efecto, Lewis llegó, ¡sólo que tenía el brazo escayolado!
La escayola le bloqueaba la muñeca hasta justo antes del codo, pero le dejaba libres los dedos, así que, habiéndose puesto el mono, decidimos que corriera de todas maneras. Dio algunas vueltas de calentamiento el sábado, para aprenderse la pista, que no conocía, y luego, en las primeras dos rondas, hizo la mejor marca.