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Para entender lo que ocurrió aquel fin de semana de finales de mayo (29-31) de 1981, en la Pista Azzurra de Jesolo, hay que dar un salto atrás de 40 años y sumergirse en el contexto de la época. El karting de alto nivel es muy diferente de lo que es hoy: no hay camiones, carpas, entrenadores deportivos y mentales. Sólo el piloto-mecánico por un lado y la pista por el otro. En este caso, la pista: "Físicamente", explica Mike Wilson, el único piloto de la historia que ha ganado seis campeonatos mundiales de karting y uno de los protagonistas indiscutibles de esta historia, "era una de las más duras del mundo". Recuerdo que un día estaba hablando con Terry Fullerton (otro icono del karting, múltiple ganador de la Copa de Campeones y también participante en la edición de 1981, nota del editor) y él también afirmaba que hacer una final de 25 vueltas en Jesolo era como hacer una final de 50 vueltas en cualquier otro circuito, porque había mucho grip. Era difícil mantener las cuatro ruedas en el suelo, también porque en aquella época los neumáticos tenían compuestos muy blandos y, en consecuencia, se depositaba mucha goma en el asfalto". Pero la Pista Azzurra es algo más, representa un desafío continuo al riesgo. El semanario Autosprint de la época, al describirlo, se detiene especialmente en dos puntos: la primera curva "a fondo" después de la recta de largada, en la que se entra a casi 150 km/h, con las barreras muy cerca" y la llamada "parte nueva, que también se compone de curvas que hay que tomar casi a fondo, y en todo caso a bastante más de 100 km/h, donde [...] las barreras están muy cerca". En resumen, si cometes un error estás out.
Sin embargo, al mirar al pasado, no hay que caer en el clásico estereotipo que califica al karting en blanco y negro de poco profesional: el de los años 80 es un karting maduro, ya no pionero, en el que salen a relucir verdaderos fabricantes de chasis y motores especializados en esta disciplina, con sus propios intereses y sus ganas de ganar. En este contexto, la Copa de Campeones fue una de las competiciones más importantes de todo el panorama internacional del karting, atrayendo a participantes de toda Europa y asumiendo las características de la "clásica" del karting, lo que la París-Roubaix puede ser para el ciclismo: "Aunque no era una prueba del campeonato del mundo, ganarla tenía un significado comparable al de ganar el Gran Premio de Montecarlo en la Fórmula 1", dice Gianni Bianchi, el histórico mecanico de chasis Birel y de Mike Wilson en aquella edición de 1981.