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Por ejemplo, estuve en Australia con Mick Doohan, el 5 veces campeón del mundo de motociclismo, a quien conocí hace algunos años. Es un tipo simpático y muy llano, transcurrimos un día entero volando con su helicóptero en medio del mar para ver las ballenas y la preciosa ciudad de Gold Coast, y en su casa, donde tiene una colección de todas las motos y reliquias de su larga carrera. Para la cena, tenían que acompañarnos Angelina Jolie y Jonny Deep, que se hospedaban en su casa, puesto que estaban rodando una película en la zona. Por suerte no vinieron, no mi habría creído nadie.
Otro personaje que tuve la oportunidad de conocer fue Jo Ramírez, el mítico director de la escudería McLaren en los tiempos de Senna, Hakkinen, etc. Cuando Lewis Hamilton corría para Top Kart, yo tenía que ir a McLaren cada mes para informar de los progresos o deméritos de Lewis. Ron Dennis estaba en la cresta de la ola en aquel momento, y es una persona muy seca. Jo, en cambio, mexicano de nacimiento, es una buen tipo y muy educado, lleno de historias y anécdotas que le apasiona contar. Se mudó a Europa siguiendo a los hermanos Rodríguez en los años 60 y trabajó para varias escuderías antes de aterrizar en McLaren. De vez en cuando la vida hace que nos volvamos a encontrar, sin avisar. Por ejemplo, lo volví a ver una vez, por casualidad, en el aeropuerto de Los Ángeles y volamos juntos hasta Londres, charlando animosamente. Hacía poco que se había retirado y vivía entre el sur de Francia, donde tiene una casa, y España. Nos hemos vuelto a encontrar de nuevo, algunos años después, en la Mille Miglia. Partía subido en un Jaguar del 54, unos coches detrás de mi Austin Healey, así que, durante los 4 días de carrera, nos veíamos en cada almuerzo y cada cena. En un vuelo Malpensa - Buenos Aires, sin embargo, conocí a Luciano Benetton, cuando todavía era propietario de la escudería Benetton. Estaba sentado cerca de mí, al otro lado del pasillo. Uno piensa que un personaje así viaja en su avión privado o cosas por el estilo, y en vez de ello estaba allí, con su mujer y otra pareja de amigos, en medio de la gente común. Cuando me vio leer Autosprint, empezó a hablar conmigo. En un momento de nuestra animada conversación, le dije que trabajaba con los go-karts. Entonces él le pidió a su mujer que cambiara su asiento conmigo, y así fue como pasamos 12 horas de vuelo hablando de coches. Estaba muy informado de todo lo que tenía que ver con su escudería, pero también sobre los jóvenes pilotos que al cabo de poco tiempo habrían llegado a la F1.