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¿Que a qué me refiero? A esa solución técnica introducida por primera vez en el lejano 2014 (la competición del Academy Trophy): los morros deben ser desenganchables, de manera que cuando, al recibir un golpe, el morro pierde la posición original, el piloto recibe una penalización: antes eran 30 segundos, ahora son 5. Pero lo que no ha cambiado es que te la llevas sin chistar, sin la posibilidad de ser exonerado. Sin poder apelar, en pocas palabras. Todo surgió con una misión noble, la de evitar que se dieran los típicos choques por detrás, una maniobra de la que a menudo se abusa y que es de veras difícil notificar, teniendo en cuenta que en un fin de semana de competición de karting se corren decenas de rondas, todas con unos treinta pilotos aproximadamente durante quién sabe cuántas vueltas: lo choques por detrás, como es fácil suponer, se repiten un sinfín de veces y sin que los asistentes de pista tengan la posibilidad concreta de sancionarlos todos. Por lo tanto, no sin polémicas, dicha norma se ha ido aceptando de alguna forma con el tiempo entre los kartistas y sus equipos: forma parte del juego.
Sin embargo, el 31 de octubre una carrera ha hecho que saltara a la vista de todos hasta qué punto esta regla es tan necesaria como, al mismo tiempo, tremendamente injusta, tanto que casi me atrevería a decir que es una soberana estupidez. Necesaria, pero en cualquier caso una estupidez.