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De los muchos pilotos que he conocido a lo largo de mi vida profesional en el mundo de los karts, Sebastian Vettel es sin duda uno de los más particulares. Sin extravagancias ni rasgos de carácter sui generis. Al contrario, de una sencillez desarmante. Tanto en la forma de ser como en la de relacionarse con los demás. Sencillez y genuinidad que difícilmente uno se espera de alguien que ha ganado cuatro veces el campeonato del mundo de Fórmula 1. Y luego está esa pasión infinita por los motores. Ya sea un coche clásico, una moto, un kart o un bólido de última generación, seguro que Seb tiene algo que contar o, si no, algo que preguntar porque, además, es muy curioso. Para que se hagan una idea del tipo de persona que es se me ocurre una historia: un día pasado en su compañía, lleno de anécdotas que enmarcan perfectamente su personalidad. Era abril de 2014 y Sebastián había llamado a OTK Kart Group, la empresa para la que yo trabajaba en ese momento, y había preguntado si era posible subirse a un karting. Acababa de comenzar la temporada 2014 de Fórmula 1 y el Red Bull parecía que "no iba", por lo que el ambiente en el equipo, después de cuatro años llenos de éxitos, se había vuelto un poco pesado. Quizás demasiado para un personaje tan soleado como el suyo. Nos dijo que quería tomarse un "descanso" y divertirse un poco con el kart. Nosotros, por nuestra parte, no pudimos evitar satisfacerle.