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Un kart biplaza propulsado por un motor TM KZ, el circuito de Genk y un conductor sin escrúpulos como Jos Verstappen. ¿Cuál fue el resultado? Una experiencia muy memorable. En todos los sentidos...
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Todo empezó por ser invierno. Estaba yo de visita en la sede del TM Racing y según estoy vagando por allí, observo un kart que es 2 por 1: cuatro ruedas, un volante, un motor... pero dos asientos. "¿Qué es esto?", pregunté. "Si te portas bien y no se lo dices a nadie, me dijeron los chicos de la fábrica italiana, te damos una vuelta en él. Como pasajero, por supuesto". Habitualmente me porto bien. Así que todo lo que tenía que hacer era guardar el secreto para satisfacer las expectativas, enunciadas por Claudio, Filippo Flenghi y Franco Drudi. Por su parte, los tres estaban dispuestos a cumplir su promesa. Así que algún tiempo más tarde, recibo un mensaje: “Genk. Próximo fin de semana. Traer el casco. Va a ir en el biplaza.” Casi no me lo puedo creer. ¡Es verdad! Y esto no es todo: “Pilota Verstappen. Jos.” Me sentí feliz como un niño de 5 años en Navidad, delante de los regalos en el árbol!
La combinación, pensándolo bien, es increíble: uno de los circuitos donde se deciden los destinos de los campeonatos europeos y mundiales de karts con marchas, y un kart que nunca estuvo en pista, listo para las pruebas en primicia mundial, con un piloto de F1 al volante. Y ese piloto de F1, no es un Taki Inoue cualquiera: Jos Verstappen, holandés, de 44 años de edad, en la categoría reina del automovilismo desde 1994 hasta 2003 (menos de un par de temporadas fuera de la pista) lo es todo menos un piloto sutil. Es uno de esos que nunca ha tenido miedo de estrellarse contra un muro de contención a más de 200 km/h si esto significaba cortar el tiempo gracias a una horquilla. Es el hombre que envuelto en llamas durante un repostaje que salió mal, Se fue andando tan tranquilo como alguien que se va a otro bar donde haga menos calor, a pesar de haber sufrido graves quemaduras en la cara. Alguien que, entre otras cosas, pasó unas semanas en la cárcel por un presunto incidente de violencia doméstica con su novia, a quien, por cierto, intentó atropellar posteriormente. Pero esta es otra historia y, además, yo no soy su novia y no me va a atropellar: en el recorrido en dos plazas voy a ir sentado detrás de él. Sin embargo, a pesar de que me decía a mí mismo que debía conservar la calma, a la hora de prepararme sentí que iba estando más tenso. No estoy seguro de por qué, pero empiezo a flojear. Técnicamente, no debería. Al fin y al cabo, no es la primera vez que voy con un conductor imprudente.
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