Es el último piloto en llegar a la pista, el viernes por la tarde, y llama, desde el avión, a quien le asistirá en esta carrera tan peculiar: Mauro Pozzi, un mecánico ligado a IAME. “Me telefoneó mientras venía con el vuelo para avisarme de que estaba llegando y me dijo: ‘Si hay algún problema me llamas’”. Todavía tengo el número de Ayrton, escrito con un bolígrafo sobre un trozo de papel”, nos cuenta Mauro.
Tampoco es el primer encuentro entre Pozzi y Senna. “Conocí a Ayrton en 1978, cuando venía a entrenar a Borgo Ticino con DAP, junto a Achille y Angelo Parrilla”, revela Mauro, quien además había sido fan, defensor y hasta mecánico de Mike Wilson, uno de los grandes adversarios de Senna en los tiempos del karting. “Cuando me dijeron que le habría hecho de mecánico a Ayrton en este evento de Bercy, naturalmente fue un honor para mí. Solo tenía un resquemor: me preguntaba si me habría reconocido o no, aunque hallando todos los motivos que le justificaban, obviamente. Habían pasado ya muchos años, él había ganado tres mundiales de Fórmula 1 y yo me decía: ‘¿Pero cómo quieres que te reconozca?’”. Y sin embargo, la primera sorpresa de esta experiencia única, que también es su recuerdo más bonito de aquellos días, llega enseguida para Mauro. Es además la primera demostración de la humanidad que, junto con muchas otras características, distinguía a una leyenda como Senna: “Me tendió la mano y me dijo: ‘Me parece que ya nos conocemos’. Yo soy un poco introvertido, un poco tímido, y le respondí: ‘Sí, Borgo Ticino’”. Y así es como, empezando por recordar un pequeño kartódromo del Piamonte, que Pozzi había regentado durante unos años, Mauro y Ayrton comienzan a charlar, exactamente como dos viejos amigos, o enemigos, que tienen el placer de volver a verse después de mucho tiempo: “En cuanto me reconoció, me tranquilicé.