Pero eso no es todo. Esta nave industrial totalmente equipada ofrece algo único, de lo que pocos otros talleres en el mundo pueden presumir: es una verdadera máquina del tiempo del karting. Miras a la derecha y ves el kart con el que Alessandro ganó su primer mundial en 1987, miras a la izquierda y ves una ristra de trofeos tan altos como un niño de 8 años, abres un cajón y encuentras un pequeño museo de DELLORTO con carburadores de todo tipo y época. Y hay mucho más: está Alessandro, que es una fuente inagotable de anécdotas, historias, recuerdos. Puede contarnos en primera persona eventos que marcaron la historia del karting internacional, episodios que hasta ahora solo habías leído en los periódicos y que él, sin embargo, ha vivido directamente y te cuenta de primera mano. Conviene aclarar que el taller que ha montado Alessandro es totalmente privado, algo no habitual por lo que respecta a este tipo de sitios. Básicamente, en cuanto a concepto, es el típico garaje en el que, entre cartones, cachivaches y cortacéspedes, un aficionado pone a punto su kart. Lo que pasa es que, en la práctica, mirando a nuestro alrededor, da la sensación de estar en la fábrica de un equipo de carreras supergalardonado, donde, además de tener a disposición cualquier tipo de instrumento o utensilio, se le ha hecho sitio al bienestar y a la comodidad de quien trabaja y pasa la mayor parte de su tiempo dentro. Incluso el aparcamiento de las bicicletas de la entrada es automatizado y retráctil, como si mandara un mensaje subliminal: “Aquí solo tienes que preocuparte de cultivar tu afición por el karting con toda comodidad”.