Un día en la pista, en Lonato, con Charles Leclerc, el piloto oficial de Ferrari Fórmula 1, que conduce los karts puestos a su disposición por Birel ART, con el entusiamo de un chaval que acaba de recibir un regalo.
El día es de esos fríos y grises en los que ni te levantarías de la cama. El circuito South Garda de Lonato es el sitio hacia el que dirigirse: todo lo acogedor y familiar que queramos, pero, sinceramente, no es el lugar en el que uno sueña con estar a las 8:30 de la mañana, en pleno invierno.
En el circuito, los mecánicos de Birel ART están trabajando ya desde hace un rato: el remolque se halla justo detrás del parque cerrado y hay un generador que intenta mandar algo de aire caliente hacia el interior de un nave que todos saben que no se calentará nunca. Gestos rutinarios, casi automáticos, y la eficiencia sin florituras de quien se centra en la sustancia. Sonríen, y parecen estar muy a gusto, pero también ellos, si hubieran podido elegir con libertad, probablemente no habrían seleccionado el nombre Lonato en el menú desplegable de los destinos del gps.
Luego llega uno que, por el contrario, la posibilidad de elegir, la tenía completamente, cuya residencia es Montecarlo y cuyo lugar de trabajo es Maranello. Y ese alguien, cómo no, ha elegido venir al South Garda de Lonato. A las 9 de la mañana. Con un frío que dibuja nubes de humo densas a cada suspiro.
Así se presenta Charles Leclerc, sonriendo al volante de un Alfa Stelvio granate, con dos amigos que, sospechamos, ha metido en esta aventura suya de kartista con la cantinela “¡venga hombre, si es muy divertido!” y, sobre todo, con la alegría contagiosa de quien se halla precisamente donde querría estar.