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Érase una vez el karting. En 1956 (cuando nació este deporte) y en los años siguientes: pionero, artesanal, experimental, lleno de invenciones. Sin embargo, en un momento determinado de la historia de este deporte, entraron en escena las homologaciones y los reglamentos. Y todo cambia. Y cómo cambia. El deseo y la oportunidad de los fabricantes de arriesgar y revolucionar -desde un punto de vista técnico- se convirtió en una tarea extremadamente difícil, incluso para el más efervescente de los genios. ¿El resultado? El resultado es que el karting actual se caracteriza por la producción en masa, en manos de unas pocas grandes empresas, en un mercado con poca propensión al riesgo. ¿Cómo se produjo este cambio? ¿Qué ventajas e inconvenientes ha traído? Nos lo cuenta Kees van de Grint, que ha vivido esta evolución desde un punto de vista privilegiado. "Después de las cuatro grandes revoluciones en el diseño de chasis, que definieron las cuatro épocas técnicas de la historia del karting entre los años 60 y 70 (leer "Viaje a través de las 4 eras técnicas de la historia del karting"), sólo se produjeron evoluciones. En los primeros tiempos, con muy pocas regulaciones, los diseñadores podían elaborar sus ideas y eventualmente volver a la mesa de dibujo para ajustarlas. Pero cuando en 1980 se introdujo la homologación, pensar fuera del esquema tradicional se convirtió en un riesgo financiero considerable.
Ex vicepresidente de la CIK-FIA e ingeniero de Bridgestone en F1 durante la era de Schumacher, toda una vida en el automovilismo y una gran debilidad por el karting. Kees, un hombre de extraordinario carisma, es uno de los principales expertos en la historia del karting, como demuestra la espectacular colección de karts históricos que posee.
Fue así que empezamos a ver sólo desarrollos. Por ejemplo, en los años 60 veíamos llantas con diámetros de cuatro, cinco y seis pulgadas, mientras que hoy la normativa estipula un diámetro obligatorio de cinco pulgadas, lo que no deja margen para la experimentación. Con la introducción del sistema de homologación, todos los chasis deben ser aprobados por un organismo gubernamental (hoy la FIA: Federación Internacional del Automóvil) para su venta en un mercado determinado o su uso en una categoría del automovilismo concreta. Así las cosas, una vez homologados, los chasis no pueden ser modificados (salvo que los fabricantes los vuelvan a homologar, lo que puede hacerse cada tres años): deben cumplir con las medidas registradas en la homologación. Obviamente, esto aumenta sea el tiempo sea los costos que supone cambiar el diseño de un chasis y experimentar diferentes soluciones técnicas. La normativa se basa ahora en el concepto de "producción en masa", mientras que en los primeros tiempos había cientos de pequeños fabricantes artesanos. Estos fabricantes construían chasis para su propia zona geográfica o sus conocidos, pero independientemente de la competitividad del producto, el factor decisivo era el cronometro, no el papeleo burocrático.
Hesta Kart: un chasis fabricado en Alemania en 1969 y hecho totalmente de poliéster.