Entre los muchos vehículos del universo del automovilismo, el kart es quizás el que, en origen, tiene un espíritu más “de carreras”: es sencillo, ligero, presenta una excelente relación peso/potencia y es capaz de ofrecer una aceleración lateral en curva superior a la de los supercoches más costosos. Además, gracias a sus elevadas prestaciones, junto con unos costes reducidos, tiene la peculiaridad de atraer tanto a profesionales y a quienes sueñan con una trayectoria profesional al volante, como a simples aficionados que quieren divertirse. La base fundamental de este vehículo tan peculiar es el chasis, que está formado por tubos de acero soldados juntos y carece de suspensiones. En apariencia, se trata de un objeto muy sencillo desde el punto de vista de su fabricación, pero, en realidad, elaborar un chasis supone tener unos notables conocimientos técnicos (elección de formas, geometrías, grosores...) y sobre materiales (elasticidad, resistencia, tratamientos...). Para llevar a cabo un chasis ganador, los principales fabricantes recurren a las simulaciones por ordenador “FEM” (método de los elementos finitos) y a exclusivos software específicos;